martes, 20 de abril de 2010

Soñar es gratuito

Todos los miembros de la familia Ruz se regían por lo que dijera el abuelo Ruz. Desde que tenían uso de razón, los cuatro hijos del señor Ruz habían seguido a rajatabla sus directrices, y no es que se comportara de forma extraña, simplemente, el abuelo Ruz quería transmitir las enseñanzas que había aprendido de su padre, y éste del suyo, y así de generación en generación.
Pero si había algo que estaba prohibido en la familia Ruz era un hecho tan simple como el sueño.
Desde aquella infausta noche en el que el tatarabuelo Alfonso Ruz soñó que moriría pronto y a la mañana siguiente al levantarse una teja cayó del techo del vecino con tan mala suerte que le dió en la nuca y lo dejó allí tieso, nadie podía permitirse siquiera pensar en que podría tener ni siquiera un pequeñísimo sueño alegre.
En la puerta de la familia Ruz había un cartel escrito con letras bien claras:
" La noche es para dormir.Prohibidos los sueños ".
Ni siquiera los visitantes que atravesaran la humilde casa de la familia Ruz se podían saltar lo contenido en esas letras.
Una mañana, Pedro Ruz, el más pequeño de los nietos del señor Ruz, un rapazuelo de catorce años se levantó temprano, de un sorbo tragó el tazón de leche hirviendo y salió presto hacia el campo.
No dijo nada a nadie, pero a media mañana regresó con un gran saco a sus espaldas y una sonrisa de oreja a oreja. Buscó al abuelo que estaba arando en ese momento y le dijo:
Ahí tienes abuelo, las maldiciones se acabaron.
El señor Ruz miró al chaval con cara intrigada y le dijo: ¿ Qué es esto ?.
Esto es el fruto de mi sueño.
El abuelo se agachó, abrió el saco y encontró cientos de monedas de plata en su interior.
Acto seguido no dijo nada, con la ayuda de Pedro descolgó el cartel y lo echó al fuego de la chimenea.
Abrazó a su nieto y lloró largamente de alegría.

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