miércoles, 27 de octubre de 2010

El camino

Un día cualquiera el hombre comenzó a andar, sintió que tenía esa necesidad, nada ni nadie le ataba y sus pies empezaron a moverse, sin rumbo predeterminado. Así, movido por el instinto salió de su ciudad por un camino que utilizaban sólo los animales, se fue poco a poco alejando de su casa con una mochila a cuestas donde llevaba lo imprescindible, un libro, mate, una cantimplora y una foto de su familia. Era el tiempo del otoño, hacía frío, pero él no cejaba, había días que no encontraba a nadie en su caminar, no le importaba, los pájaros eran sus compañeros.
Tras perder la cuenta del tiempo que llevaba así, un día llegó a una montaña a la que el camino llevaba irremediablemente; estaba nevada, las botas se hundían en la espesura, apenas había algún fruto que comer, el hombre siguió hasta que llegó a su cima y se sintió feliz por llegar al final de una etapa. Durmió en el abrigo de unas rocas, por la mañana inició el descenso, luego vino otra montaña aún más alta, ésta ascensión fue más dura, nada más llegar arriba, comprobó que varios dedos de la pierna derecha estaban congelados, la vista era impresionante, se sintió el más feliz del mundo. Perdió esos dedos , continuó andando, con el mismo ánimo, otra etapa más salvada, dejó atrás las tierras del frío, pasó por ríos que desaguaban las aguas de la nieves hasta que llegó a un lugar que no ofrecía más que soledad e inmensidad, sólo calor por el día y frío por la noche, estaba en el límite del desierto, donde nunca pasaba nada. Sin embargo, pudo recibir los espíritus de la oscuridad que le infundieron más moral.
Recorrió dunas y más dunas orientándose con las estrellas por la noche, aguantó despiadadas tormentas de arena, el brillo de millones de cristales de sal reflejando el sol impenitente le dejó casi ciego, pero no paró, había un camino que hacer, las fuerzas no le faltaban y la mente le decía que siguiera y así llegó un buen día a un río que marcaba el límite del desierto, se bañó en él y dejó que su cuerpo descansara.
Cuando le pareció bien, sus pies se pusieron en marcha a través de un sendero que se hacía a cada metro más verde, más dificultoso y más duro. La selva le esperaba, allí una serpiente le atacó y perdió un brazo, pero el hombre siguió andando, aprendió a sobrevivir en ella, se sintió feliz por lo que la naturaleza le ofrecía.
Han pasado varios años desde que conocí su historia, pero el hombre sigue aún andando, nada ni nadie es capaz de frenar su convencimiento. Si lo ven por ahí, intenten aprender un poco de él, se llama vida.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un día cualquiera

Ocho y media de la mañana.
Acabo de dejar a Antoñito en la guardería, ha entrado contento como siempre, se nota que es viernes, la carretera está tranquila, hay menos tráfico y casi no se forma caravana al entrar en Sevilla.
En la cafetería hay cierto revuelo, me extraña ver a Luisa la cocinera rulando tras la barra, encima de la vitrina de cristal hay dos cajas de croisants llenos de jamón york y queso, pregunto a Sonia, primero le doy los buenos días y me cuenta que hay un pequeño catering para unas gentes del polígono.
En la esquina de la barra fuman Rocío y su amiga-compañera, han tomado el café y apuran el cigarrillo antes de entrar en la empresa, Borja lee el Marca, el directivo del concesionario apura la tostada mientras ojea el ABC, el montón de periódicos del 20 minutos se apila en la esquina opuesta, acaban de dejarlo, pronto disminuirá aunque siempre terminan algunos en el cubo de la basura al final del día.
Al momento tengo la tostada con mantequilla de Arias ( lata amarilla y azul de toda la vida, nunca porción ) con jamón york, cada día voy variando, unas veces sobrasada, casi siempre los martes, y rara vez una con aceite y tomate, tengo un poco liada a la camarera, pero ella nunca se queja, ni conmigo ni con nadie.
Siempre me busco la izquierda de la barra con un banquete para leer algún periódico, El mundo, el Marca o el Abc, no me gustan los gratuitos, es un momento para degustar el desayuno mirando los artículos con cierto detenimiento, me repatea que llegue algún cliente y tenga que tomar el café con él, porque tengo que engrasar el pensamiento y eso lo suelo hacer cuando me monto en el ascensor para subir a la primera planta ( sí, las escaleras son un coñazo ), pero que yo ando, y bastante.
Saludo al padre de Fernando, el dueño del bar, al que llama el Niño, cariñosamente, son ambos la ironía personificada, da gusto verles el humor que gastan desde las ocho de la mañana.
Hoy hay un personaje nuevo, por lo menos para mí, en la cafetería: nada más verlo lo bautizo como caballo loco, un chino con los ojos inyectados en sangre, con los pelos de punta, de mediana edad, toma café a mi lado. Habla, bueno intenta hacerse entender con dos mecánicos a los que invita a una copa de anís Castellana sin hielo. Pide agua, pero la quiere caliente. Cuando le traen el vaso vierte en él un sobrecito de hierbas verdes que deja asentarse sin echarle azúcar. Los mecánicos le comentan que si el hachís se lo bebe, que no se lo fuma, el chino no entiende nada pero se ríe. Paga con un billete de 20 euros y Sonia le da todo el cambio en monedas de euro. El chino deja el café a medio tomar, hace un gesto con las manos a los hombres a los que ha invitado, ignora las hierbas y se va directo a la máquina recreativa que está al otro lado del bar.
Termino de leer el Marca, pago y me voy. Han pasado diez minutos y Caballo Loco continúa echando monedas, aunque de vez en cuando la maquinita le da algunas para cautivarlo con su música alagadora. Me despido de Fernando, quizás baje a las 11.30 horas a tomarme un máquina, puede ser que el chino continúe allí.
Ah, la cafetería se llama Guadalquivir, por si no lo había dicho, y está en el Toledo II, en la avenida de Hytasa del Cerro del Aguila. Allí estoy todas las mañanas, quedáis invitados.

martes, 19 de octubre de 2010

Eduardo Mendoza

El viernes pasado, cuando fue elegido el premio Planeta de este año, me alegré bastante, primero por su ganador, Eduardo Mendoza, y segundo, por la finalista, una mujer desconocida hasta ahora.

En lo relativo a Mendoza, estoy terminando su novela " La aventura del tocador de señoras ", la cual aconsejo a cualquiera que se quiera reir un poco y alabar el dominio del lenguaje como este escritor lo hace. Es fantástica la ironía que despliega en cada una de sus páginas. Este año lo vi en la feria del libro de Sevilla, pero no me atreví a decirle nada, quizás porque hasta este verano no había leído nada suyo, bueno, miento, " El misterio de la cripta embrujada ", aunque fue en el instituto.

En cuanto a la finalista, me alegro porque quizás uno pueda ilusionarse con el hecho de que no hace falta ser conocido para optar a un premio de este calibre, aunque ésta, la ilusión, sea vana.

domingo, 17 de octubre de 2010

El primer amor

Hola María del Mar:
Nunca antes me había atrevido a escribir una carta a una chica pero hoy cuando te vi pasar por la puerta de mi casa me dije es mi oportunidad todos los días bajas por la mañana por mi calle y algunas veces me hago el encontradizo para hablar contigo aunque sea de ñoñerías otras miro a través del visillo de la puerta sin atreverme a salir tonteo con la pelota en la calle sobre todo ahora que es verano y no hay colegio hasta que a lo lejos veo tu silueta entonces el corazón se me acelera me pongo nervioso pienso las palabras que te voy a decir para no ser demasiado descarado ni tampoco quiero pasar por un niño bobalicón que habla de cosas intranscendentes
Cuando me levanto por las mañanas me miro al espejo, cojo el peine e intento moldear ese tupé que tengo en la cabeza pero no hay manera me compré gomina para intentar parecer atractivo nada no me veo guapo así nunca podré aspirar a nada contigo
De lo que sí estoy seguro es que me has llegado hondo aquí dentro esto no lo había sentido hasta ahora por nadie por desgracia pienso cada vez más que no soy correspondido por ti así que a la desesperada me he atrevido a decírtelo por escrito te quiero te quiero te quiero repetiría estas palabras toda la vida si así tu sintieses lo mismo por mí
tuyo siempre...
El chico tira del folio con fuerza hasta que sale de la máquina. Hace una bola con él y lo tira a la papelera.
Maldita sea, para una vez que soy valiente se me rompe la tecla del punto y la coma de la máquina de escribir. Cuando coja a mi hermano Oscar lo mato, esta vez sí que lo mato, me da igual que sea el pequeño de la familia, el mimado, pero esta me la paga, digo que si me la paga.

viernes, 15 de octubre de 2010

El alma del Guadaira

Siempre recordaré aquella tarde en que bajamos por primera vez a la ribera del río Guadaira. Me sorprendió tanto que lugares tan mágicos estuvieran tan cerca de nosotros, a unos cuantos metros de las casas de Alcalá, pero cuan diferentes los mundos de arriba y abajo. Viejos molinos restaurados cargados de historias, piedras redondas que ya no girarán más con la fuerza de las aguas, la ermita en el cerro, gigantescos árboles creando la umbría necesaria para el deleite del lector, río cargado de vida otrora simplemente arrastrador de inmundicias, porquerías y suciedades, patos ávidos de pan, paz flotando en el ambiente, paseadores, ciclistas, solitarios del mundo buscando algo a lo que agarrarse, pescadores de afición a la búsqueda de su ratito de felicidad, y sobre todo, agua.
Si es verdad que nuestra alma vaga por este mundo cuando morimos, yo pido por favor que se quede allí, y como dijo Ana Belén en una canción: " el lugar donde has sido feliz, siempre tienes que volver ", quisiera que flote por allí por siempre.

jueves, 14 de octubre de 2010

Dependencia

Andrés ronca en la cama de matrimonio mientras su madre, Angeles, pone la lavadora, recoge la cocina con los restos del almuerzo, una vez más ha tenido que comer sola, pues él no se levantará hasta las cinco o las seis de la tarde.
Andrés no trabaja, es más, a sus cuarenta años pocos son los que le han conocido con un pico y una pala en las manos. Nunca quiso estudiar, podía haber seguido los pasos de su padre, militar, pero quizás eso hubiera significado un sacrificio bárbaro. Por eso, durante un tiempo trabajó en lo que hacían la mayoría de los currantes sin oficio ni beneficio, peón de la construcción, pero como no tenía alma de hormiga, sino más bien de juerguista, el dinero que semanalmente ganaba se lo pulía con los colegas en el bar de abajo, o simplemente, en las máquinas tragaperras. Jamás los euros subieron las escaleras del piso, y si lo hicieron en la cartera de Andrés, bajaron a la mañana siguiente, o por la tarde y si quedaba algo, la noche era muy golosa.
Y lo que tenía que ocurrir pasó. No, el chico no se enamoró, no piensen mal, más bien lo contrario, le cogió cariño a otro tipo de enganche, más peligroso pero igual de atractivo, qué digo, infinitamente más libre que los compromisos de pareja. Sí, me ahorro el sustantivo porque ustedes saben a qué me refiero, no, al porrito no, un poco más allá, eso que tanta y tanta gente que consideramos normal se mete.
Como los colegas de noche también le daban a lo mismo y se siente bien, Andrés ahora las juergas las comienza un jueves y las termina un sábado. El resto de la semana aguanta, bebe mucha agua, suda, toma medicamentos contra la depresión, ve muchas horas de televisión, se asusta con las palpitaciones del corazón, se miente a sí mismo, engaña a su madre, se pelea con ella, sus hermanas le han calado ya y le han avisado, pero el chico no ve ningún problema en que de vez en cuando se permita alguna fiestecilla por ahí.
Cuando llega el día de salir, le pide a su madre el dinero que necesita para satisfacer su mono y desaparece. A veces contesta al móvil cuando su madre se preocupa, otras no.
Estos días Andrés no se atreve a asomarse al balcón, debe dinero al suministrador, pero esta vez la cosa está un poco más fea que de costumbre, no sabe cómo podrá pagarle los seiscientos euros que le debe, así que hasta el viernes no saldrá a la calle. Pone las excusas más burdas para no pisar el suelo de la acera, está metido en un problema y lo sabe, pero ya pedirá a alguien por ahí.
Son las ocho de la tarde y Angeles derrama alguna lágrima sobre la colcha del sofá.

miércoles, 13 de octubre de 2010

La noche del perdedor- II

Fuera continúa nevando, hace frío, pero al hombre no le queda más remedio que obedecer, eso es lo que siempre ha hecho en su penosa vida, trabajar y agachar la cabeza cuando su madre abre la boca para cualquier cosa.
Muchas veces deseó su muerte, incluso alguna noche soñó que el mismo acababa con su vida aplastándola con las poderosas manos que había heredado de su padre, quizás lo poco bueno que le dejó, no, seguramente lo único.
La vieja y destartalada furgoneta no quiere arrancar, se muestra perezosa, pero al final enfoca el camino del barranco con las luces encendidas.
Se pregunta qué demonios hace en plena noche, con lo bien que estaría calentándose las manos en la chimenea.
Un escalofrío recorre su cuerpo cuando gira la cabeza.
Por un momento le ha parecido sentir alguien en el asiento de al lado, no es que lo haya visto, es un chispazo con forma humana al que su cuerpo reacciona dando un volantazo, pero se hace con el control del vehículo.
Resuella, el vaho que sale de su boca empaña el cristal. Con la mano derecha comienza a limpiarlo, pero no se atreve a mirar a ese lado, siente miedo, pánico.
En un instante, la luz delantera del coche se apaga, no ve nada.
La sensación de estar acompañado se hace más certera.
Quiere gritar pero no puede, da golpes alocados a uno y otro lado de su asiento con sus manos.
Las ruedas traseras patinan sobre la nieve, el coche derrapa y se va a estallar sobre un viejo abedul junto al río.
Michael se desangra junto a la sangre que vino a borrar.
Una sombra sin huellas sale del vehículo humeante y grita:
" Siempre supe que serías un inútil, hijo ".

lunes, 4 de octubre de 2010

Decepción

Hola papá.
Hoy me he atrevido a escribirte estas letras que no sé si llegarás a leerlas, quizás estés demasiado ocupado con tus quehaceres diarios y tus divertimentos, o puede ser que cuando termine de expresarte todo lo que siento, coja el papel, lo tire a la papelera, lo rompa en mil pedazos o le meta fuego.
¿ Sabes ?, para mí es más fácil transmitir mis sentimientos frente a un ordenador que hablarlas, aunque con mamá es diferente, ella me escucha atentamente, o sabe cómo me encuentro en cada momento nada más que mirándome a los ojos. A veces, mis alegrías y mis penas salen por el iris, por la pupila, como palabras al viento, pero tú nunca te has fijado en ellas, las oyes como el sonido del mar, a lo lejos, para ti no son más que ruido, más fuerte, más flojo, pero simplemente ruido.
He crecido, ya no soy el niño que soñaba con batallas, con montañas a las que derribar, con barcos piratas, con monstruos a los que vencer. Ahora que pienso por mí mismo me doy cuenta de lo que has sido para mí, o más bien, lo que no has significado en mi vida. Muchas veces soñé que jugábamos al baloncesto, que tus tardes eran para mí, fui egoísta en mis pensamientos, pero no menos que tú en tus comportamientos.
Han pasado los años y me cuesta mucho recordar anécdotas contigo, el trabajo, el maldito trabajo que te ocupaba mañanas y tardes era mi peor enemigo, llegué a odiarlo, sin pensar que quizás era solamente una excusa para no estar conmigo; no eso nunca, no podía ser, mi papá tenía que trabajar mucho para ganar dinerito con el que mamá, mis hermanos y yo poder vivir, eso es lo que nos inculcaste siempre, la gran mentira del mundo.
¿ Porqué nos tenemos que quedar con la abuela el fin de semana completo si yo lo que quiero es que me lleves al parque a montar en bicicleta ?, pregunta sin respuesta. ? No quiero dormir en la casa del vecino esta noche, pregunta sin respuesta, ¿ Porqué no viene a comer papá hoy ?, porque tiene mucho trabajo, hijo. ¿ Donde está papá ?, idem, hace cuatro días que no te veo, papá.
¿ Donde estabas entonces cuando tanto te necesité ?, como decía Manolo García. Muchas noches sin el beso de despedida, cuanto añoré que me leyeras un cuento, ir al cine contigo y con mamá, que fuéramos todos juntos al campo, o que me llevaras a mi sólo a ver un partido de fútbol.
Muchos días sentí rabia, otros te lloré, pero esta noche siento pena, no por mí, sino por tí, por no haber querido tener la oportunidad de ser un padre con todas las letras y haberte convertido en un extraño en mi vida.
Lo siento.

viernes, 1 de octubre de 2010

El diario de Colette

Sábado, 23 de Julio de 1992

Querido diario:

Hoy he llegado a Tarifa con mis amigas. Era un viaje programado desde hace mucho tiempo, es el sueño tanto tiempo ansiado. Hemos viajado desde Orly en tren, hasta Algeciras y de allí en bus hasta Tarifa.

Estamos acampadas en el Camping Paloma, junto a la playa de Punta Paloma.

Marie y las demás han querido ir de tiendas por el pueblo y yo no me he podido resistir a ello. Tarifa parece la pequeña Hawaii, con cientos de comercios donde te venden toda clase de tablas para surfear, pegatinas, zapatillas, y sobre todo muchas camisetas con colores fosforescentes.

La noche fue intensa, mucho baile en las discotecas, llegamos casi de día a la tienda de campaña.


24 de Julio de 1992.

Por fin hemos ido a la playa de Valdevaqueros. El agua cristalina invita al baño, aunque está un poco fría, cientos de metros de arena limpia donde poder tomar el sol. Mucha gente hace top less, incluso van desnudos por la playa, aunque nosotras aún no nos hemos atrevido. Preguntamos en una escuela de wind y quizás mañana nos apuntemos. Marie descubrió los baños de barro al final de la ensenada y allí acudimos las cuatro para frotárnoslo por el cuerpo.

25 de Julio de 1992.

Las chicas se han quedado dormidas toda la mañana, pero yo tenía ganas de estar sola, pasear y y leer. He comenzado un libro de Camus, El extranjero, maravilloso. Me senté sobre una toalla en la arena, no hacía viento alguno, la playa estaba casi desierta, así que disfruté de la lectura hasta que unos chicos se pusieron a jugar a la pelota cerca mía.

Continuará...