lunes, 25 de febrero de 2013

Olores

Sintió un olor denso, profundo, tanto que hacía irrespirable el lugar donde se encontraba, un olor totalmente desconocido.

Quiso vomitar pero no pudo.

Intentó taparse la boca con las manos, pero estas no le respondieron.

Olor a podredumbre, a descomposición, a cuerpo.

Olor a muerte.

A su propia muerte.

viernes, 22 de febrero de 2013

La cabra y el monte

Llevaba mucho tiempo allí, en aquel establo. Se había hecho mayor, muy mayor, quizás demasiado para estar encerrada entre esas paredes.

Comía como las demás, no se quejaba, a veces asomaba la cabeza entre las rejas y miraba a la montaña, allí donde muchos años antes se sintió libre, donde dejó a otras cabras, quizás algún hijo.

Pero un día, los dueños de la instalación se acercaron a ella, hablaron entre ellos, abrieron la puerta, y dejaron que se marchara.

En principio no supo qué hacer, se quedó atontada, alelada, pero a los pocos minutos, corría tan rápido como le permitían sus patas, poco acostumbradas a las carreras. LLegó a la sierra en poco tiempo, se reencontró con otras cabras que pastaban entre los quejigos y los arbustos.

Durante un tiempo anduvo con ellas, pero al poco tiempo se aburrió de comer siempre lo mismo.

Recordó que cerca había un huerto, se alejó despacio hasta llegar a sus rejas. Estaba  lleno de lechugas. No se lo pensó un momento, con las desgastadas cuernas y las pezuñas delanteras abrió un hueco en la tierra y se coló dentro. A las dos horas no quedaba una lechuga entera.

Pero como otras veces, el dueño del huerto la pilló dentro, la amarró a una cuerda no sin esfuerzo y a las dos horas estaba montada en un camión camino de nuevo al establo.



Dedicado al preso más antiguo de España, para quién la libertad es estar entre cuatro paredes.

El hombre siempre tropezará con la misma piedra.

miércoles, 13 de febrero de 2013

El vagabundo

Es domingo.

El sol cayó hace tiempo sobre Sevilla.

Salimos rápido del teatro, los niños esperan.

Pasamos junto a la antigua biblioteca del centro.

En la rampa de acceso, una manta azul tapa a un hombre.

Junto a él descansa una botella de vino blanco.

Es pobre, o por lo menos eso pone en su cartón junto a un platito vacío.

No peina canas, parece cuarentón.

Duerme con la boca abierta.

Tiene un sueño tranquilo, profundo.

En la fugacidad de un momento pienso en su vida, sus orígenes, si escogió o no esa vida, o simplemente quiere sentirse libre.

Quizás no lo vea más, otra ciudad lo esperará, otro rincón, otra cama improvisada.