jueves, 21 de junio de 2012

23 de Junio

Parece mentira que hayan pasado cuatro años, cuando te notaba tan pequeño en mis brazos. Apenas tenías dos meses pero ya se adivinaba en ti esa sonrisa perenne, esa alegría permanente en el vivir. Y qué decir  un chiquitín como tú que corría entre mi silla de ruedas, que veía un cable que entraba por mi nariz y se perdía por ella hacia adentro y preguntaba qué era aquello. O de ti, mi chiquitina, que jugabas con tu hermano, que me mirabas entre asustada y curiosa. Hoy has crecido y con tu comunión hecha eres toda una mujercita.

Y tú, esa que siempre ha estado junto a mí, quitándole importancia a todo, satisfaciendo mis caprichos, sin quejarte.

Y de todos vosotros, mis amigos, los que siempre estuvísteis ahí apoyándome.

Hoy que cumplo cuatro años a la vida, a la felicidad, os digo:

Gracias, os quiero.

martes, 19 de junio de 2012

Disneyland Paris

En el maravilloso viaje que hicimos la semana pasada a Disneyland Paris, aparte de la magia que fluía por cada una de las casas de época, del dragón del castillo de las princesas que realmente pareciera que la custodiara,del pavor que produce la torre del hotel con caída libre desde un ascensor quince plantas para abajo y otras tantas para arriba, de los decorados perfectos de cine, del magnetismo de los personajes Disney, del espectáculo de fuegos artificiales e imágenes alrededor del impresionante castillo, de los cuentos en miniatura vistos desde un barco, de las cascadas de agua desde la cara de un pirata gigantesco excavado en la piedra, de un árbol que salía y entraba por una casa de juguete, inmenso, pareciera que tenía vida, del laberinto de Alicia en el País de las Maravillas, de la cabalgata de los sueños, del Buzz-Lighyear de tres metros, de las escenas con coches haciendo malabares, de los restaurantes tematizados, de la casa de Peter Pan, del recorrido por la casita de Pinocho, de las fuentes decoradas con mil motivos, del gato de Alicia moviendo los ojos entre jardines, de la casa de los Robinsones, del recorrido subterráneo entre piratas, de las montañas rocosas allí instaladas, del tren de carbón subterráneo, de la auténtica ciudad del oeste, del barco que recorre el MIssissipi, de los coches de los años cincuenta con colores vistosos, del simulador de la nave de Star-Wars, de todo ello me quedo con mis soldados verdes, esos con los que yo jugaba en la infancia y que me traje para mi casa para seguir disfrutando como otro niño más.

Esos pequeños guerreros, los de la película Toy Story, eran los que me hacían evadirme a las batallas matutinas entre rosales, palmeras y arriates de estiécol.  Cuantas horas disfrutando de ellos, organizándolos por formas, preparando ataques y defensas.

Con ellos no ha pasado el tiempo, conmigo tampoco.

miércoles, 6 de junio de 2012

Al ir al trabajo

Como cada mañana cojo el coche para hacer el corto trayecto entre mi casa y el trabajo. En el semáforo de salida  hacia la autovía miro hacia mi izquierda y veo un coche rojo marca Kia conducido por un hombre de mediana edad.

Lo observo con detenimiento mientras que él no me ve. Está concentrado en llamar por el móvil con una mano mientras que con la otra sujeta el volante. Mira hacia adelante distraído. Su gesto adusto indica que no le gusta lo que está oyendo al otro lado del celular. Dice algo al teléfono en un tono alto de voz, mientras el semáforo continúa en rojo.

Yo me pongo a pensar con quién estará hablando, su mujer, su hija que no quiere ir al instituto, su secretaria, bueno, ella no porque aún no habrá llegado al trabajo, su amante, seguramente que estará desesperado por verse con ella y no le coje el teléfono porque su marido aún no ha salido de casa.

Los coches de delante se ponen en marcha, el semáforo se ha abierto ya, miro por última vez al hombre del coche rojo que sigue insistiendo en la llamada desde el móvil.

>Definitivmante es su amante.


Cuando llego a mi oficina, enciendo mi móvil.


Tengo dos mensajes en el contestador.


Son del hombre del coche rojo

lunes, 4 de junio de 2012

La paseadora

Cada vez que me asomo por la ventana la veo, sea al amanecer, al atardecer, a mediodía con el calor e incluso por la noche. Con sus andares un poco zambos, arrastra los pies cansinamente mientras que uno de los dos chuchos que alternativamente salen al descampado tira de ella pidiéndole un esfuerzo que ella no quiere o no puede hacer.

Es una chiquilla, aún impúber, ni siquiera le importa salir en pijama a la  tarea diaria.

A veces se acompaña de unos cascos que la distraen de una tarea que evidentemente no le apetece nada.

Me pregunto si no tiene hermanos que la releven o si sus padres no pueden salir por ella algún día.


Nadie sabe que es el sacrificio que le impuso aquella bruja por mantenerse siempre niña.


viernes, 1 de junio de 2012

Escritora

Se sentía tan vacía por dentro que ni siquiera el cine, la literatura o los viajes, sus tres grandes pasiones, le motivaban. Se refugiaba en el trabajo, donde por momentos, se evadía de sus pensamientos, entraba en la rutina de las clases, algún sofoco que otro con esos alumnos descarriadetes que llamaban la atención de vez en cuando. Pero llegar a casa era otra cosa, por el camino, mientras conducía, su mente se iba alejando cada minuto de los estímulos ambientales ( la música, el calor de la ciudad a mediodía, los atascos, para entrar en ese mundo interior del que quería escapar pero no podía.

Y por último estaba él, ese que sabía que ella lo estaba pasando mal, que muchas veces no hablaba por molestar, que trataba de motivarla sin conseguirlo, el paciente que sabía que esa situación iba a ser pasajera, o que más bien lo deseaba para sus adentros.

Los niños ya habían volado del nido familiar y quizás ese era parte del problema. Tantos años luchando por ellos y ahora cada uno por un lado.

De pronto, un chispazo de apenas dos minutos, una conversación casual le hizo regresar momentáneamente al mundo de los ilusos, de los soñadores, de los que sienten que siempre habrá algo por lo que luchar.

Aquello se convirtió en una motivación extraordinaria, algo que le quitaba horas y más horas de sueño, pero la alegría volvió a su rostro, y por supuesto al de él.


A los dos meses, Carmen vio publicada su primera novela.