domingo, 4 de abril de 2010

La Semana Santa a través de los ojos de un niño

Esta es la visión de esta Semana Santa que se nos ha ido según la visión de mi hijo Juan, el Peter Pan Bético. Tiene cinco años.
El domingo por la mañana fuimos a coger una rama de olivo al Cerro del Aguila. Me gusta la iglesia, es muy grande. Al principio, fuera de ella un cura nos echó agua en las ramas de mis hermanos y mía. Mi madre dijo que estaba bendecida, yo no supe muy bien lo que aquello significaba. Dentro duré poco, hasta que mi estómago dijo quiero chuches y después un helado. Mi abuela Juana si aguantó hasta el final, yo creo que era un poco pesada.
Por la tarde, justo después de comer nos fuimos a Dos Hermanas a ver " La borriquita ", que es el paso que más me gusta. Salió con una banda de música y después la Virgen, un poco lejos pero desde las alturas, porque estaba subido encima de un monumento. Luego pude tocar el paso en una calle estrecha y nos dieron a Marta y a mí dos caramelos. El año pasado sí nos dieron estampitas pero este año no pudimos estirar la mano.
El martes Santo cogimos el metro para ir a ver El Cerro por el Alcázar de Sevilla. Demasiados nazarenos y pocos caramelos. Al final nos pudimos poner en primera fila y nos dieron unos cuantos, alguno de ellos eran gomines que se los dimos a mi hermano Antonio. Unos hombres iban descalzos con el capirote y cargando una cruz de madera negra. No hablaban, simplemente llevaban la cruz.
El jueves vimos salir un paso en Chipiona, allí me lo pasé muy bien porque tenía una bolita de cera del año pasado guardada. Vimos salir un Cristo Crucificado y después una Virgen desde la primera fila, hasta pudimos tocar los pasos. Un niño que iba de penitente nos regaló cuatro estampitas. Los nazarenos llevaban las velas apagadas hasta que se hizo de noche. Entonces, como yo había dormido siesta, le dije a mi padre que quería llegar hasta la iglesia a la hora de la vuelta. Comimos en casa y la vimos recogerse. Era muy bonito con la banda de música por las calles estrechas del centro. Me hice amigo de dos niños nazarenos, Iván y Antonio, y con mi padre fuimos haciendo la bola de cera más grande, primero de cera violeta, y luego blanca. Como Marta se había acostado ya, mi padre fue haciendo la bola de ella, aunque más pequeña que la mía. Cuando terminé tenía mucho sueño, pero estaba contento porque mis bolsillos estaban llenos de caramelos y la bola era grande. Mi padre me preguntó que si quería salir el año que viene de Nazareno y le dije que sí.
El viernes volvimos a salir por las calles de Chipiona. Salían de una capilla que está junto a la Iglesia principal. Por la mañana estuvimos ya viendo los pasos, poniendo dos velas y pidiendo deseos. Esa noche nos quedamos mi padre y yo hasta casi el final del recorrido, hicimos dos bolas grandes de cera blanca y lo pasamos muy bien.
El sábado me quería venir para Sevilla para seguir agrandando la bola de cera, pero mi padre no me dejó. Me dijo que me quedara con el recuerdo de este año y que el año que viene tendría mucho más.

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