domingo, 8 de noviembre de 2009

La cita

La hora, las 17.00 horas.

El lugar, el caserío Urbizu en la estribaciones del monte Orbea.

Todos conocían el lugar de la cita, no en vano habían programado allí muchas " acciones " y almacenado el material necesario para ellas.

Fueron llegando uno a uno, andando entre la maleza del bosque. La tarde no acompañaba, llovía impenitentemente, pero el aviso vía " sms " no admitía réplica.

Mikel, Ainoha, Andoni, Aroa y Gaizka fueron entrando en el cobertizo de las vacas y desapareciendo por el zulo disimulado entre la paja almacenada.

Cuando llegaron abajo, nadie les esperaba. Estaba oscuro, Mikel encendió una linterna y les enfocó las caras. Habló primero Ainoha, preocupada por saber quién le había citado allí. Nadie supo darle respuesta.

Pensaba que había sido Pakito pero él no está aquí, comentó Aroa.

Permanecieron en silencio cinco segundos. En ese momento empezaron a oir el ruido de un reloj por encima del agobiante y estrecho lugar.

Es una bomba, tenemos que salir, corre, chilló Mikel.

Gaizka apoyó el pie en el peldaño de la escalera y empujó hacia arriba, pero la puerta no se abría. Cogió carrerilla y apretó con todas sus fuerzas, pero evidentemente la puerta estaba cerrada.

Yo no quiero morir, tengo miedo, sollozó Ahinoa.

A lo mejor alguien ha pensado que somos talibanes y que queremos inmolarnos.

A ver si te enteras de una puta vez que somos etarras, y somos unos cobardes que no tienen valor para suicidarse.

Gaizka empezó a orinarse en los pantalones.
Vamos a morir, no quiero, soy joven, sólo soy una etarra.

Todos lloraban, chillaban, gritaban, pataleaban.

Arriba, las vacas mugían aburridas y ajenas a la muerte segura.


Cuando despertó, Miguel Angel miró a su alrededor y adivinó en la oscuridad del lugar lo que llevaba viendo los últimos doscientos veinticuatro días: Soledad.

Decidió entonces que a partir de ese día no soñaría más.

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