miércoles, 27 de julio de 2011

Hambre

Señor:

Usted que está tirado en el sofá, con el aire acondicionado, viendo la tele o mirando esto que le escribo.

A usted me dirijo, y también a usted, que está cocinando, o tomando un café en un bar bajo un ventilador.

Todos ustedes me tienen que ayudar.

Por favor, se lo pido por favor, por Alá, Dios, Yavhé, o por quien quiera que sea.

¿ Tiene hijos ?.

Yo cinco, todos pequeños, muy pequeños, y dos que perdí por el camino.

Mi marido, si está vivo, estará guerreando en el interior del país en esa absurda guerra sin sentido.

Pues, si usted tiene hijos, míresle a sus ojos profundamente y busque en ellos el hambre.

No la encontrará, seguro, me apuesto lo que usted quiera, mi vida que poco vale.

¿ Sabe porqué no me he dejado caer bajo el solitario baobad ?, por ellos, por estos que están agarrados a mis piernas, por los que tuve que dejar sin poder enterrar siquiera como se merecían.

No tengo fuerzas, pero lucho, lucho porque al menos ellos puedan comer, algo, un trozo de pan duro aunque sea.

Hemos llegado a este campamento buscando el maná y aún esperamos nuestra ración de comida, pero por lo menos podemos tomar algo. Antes ni eso, casi sin agua.

El hambre es mala, peor es la sed, cómo repartir algo de lo que no tenía entre tantas bocas sedientas.

Ayúdenos, por favor, ayúdenos.

Este campamento se está quedando pequeño para tantos como llegamos, falta comida y conforme pasen los días, más llegarán y menos seremos a repartir.

Me llamo Alisha y soy Somalí.

Ayúdenos, por favor, ayúdenos.

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