Aquella feria era algo especial. No se ofrecían tapitas, ni se bailaba, ni se cantaba.
Y era diferente porque se celebraba el primer concurso mundial de inventos diferentes, desconocidos para el gran público, pero útiles; debían servir para algo.
El escaparate era inmenso para los inventores, pues se transmitía vía internet a todo el mundo.
El jurado deliberó durante horas, hasta que por unanimidad se dedició dar el primer premio a Richard Leicester, un chico de diecisiete años de Carolina, que inventó una máquina llamada " El
Destructor ".
Aunque sonaba violento, el artefacto era efectivo y tenía un buen fin.
Un robot había sido programado para detectar, buscar y aniquilar a cualquier terrorista que existiera en un radio de 2.000 kilómetros. Y lo mas alucinante es que no lo mataba, simplemente actuaba en su mente y convertía los malos pensamientos en buenas acciones. Había sido probado ya y los resultados no podían ser mejores, un 100 % de acierto.
A pesar del premio, ningún gobierno se interesó por el invento, han pasado diez años y Richard lo conserva en el garaje, junto con otros chismes.
El miedo vende, la felicidad no.
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