martes, 17 de enero de 2012

Mercadona

" Estimados señores, Mercadona les informa que faltan cinco minutos para que cierre sus puertas el supermercado por hoy ".


Puntualmente, a las 21.15 horas, el sonido inconfundible de las puertas metálicas echando el cierre resuenan en toda la calle.


A las 21.45 horas, los trabajadores de turno salen a tirar los productos pasados de fecha o en mal estado: yogures, zumos, fruta y verdura se apilan por doquier esperando ser tirados dentro de los contenedores del otro lado de la acera.


Escondidos tras ellos, una gran fila de sombras ni siquiera espera que caigan dentro, pues en muchos casos les piden por favor a los dependientes que los pongan alrededor para poder coger lo poco que sea comestible.


No importa el color, raza ni religión, allí nadie habla, la vergüenza da vueltas por allí, también la miseria, el hambre y la dignidad.



No hay peleas porque un sentimiento común les une, son seres que no entienden ni de fluctuaciones de mercados, ni de gobiernos, ni de leyes. Su principal motivación es encontrar algo que comer.



Al final de la fila, varias mujeres esperan su turno. Van todas vestidas igual, algunas son altas y jóvenes, unas negras, otras blancas, y especialmente dos demasiado mayores incluso para salir a la calle a esa hora de la noche,


Se llaman Lucía, Andrea, Nieves, Wikeuce y Vinlei.


Hay algo común a todas ellas.


Sus nombres comienzan por sor.



1 comentario:

Israel dijo...

Buenísimo Juan Manuel.

Un abrazo.