martes, 16 de noviembre de 2010

Once de la mañana, una transitada calle de un barrio popular de Sevilla, entramos en un bar. El local es pequeño, dos paredes de cristales conforman la visión total de la gente que pasa, que entra, que sale o simplemente pasea. La barra ocupa casi todo. Dentro dos camareros se afanan en servir a todo el que entra. Dos marujas toman café con media tostada sentadas en las escasas mesas que caben fuera. Grandes latas de foiegras, sobrasada, manteca colorá, blanca, mantequilla arias, tulipán con su cuchillo clavado a modo de puñalada esperan manos para untar, el tostador es redondo, los cafés cargados y en vasos pequeños, el bote de las propinas en una lata antigua de trina, no hay cocina, dos pintores charlan a nuestro lado, uno joven con un pendiente redondo que le atraviesa la oreja a modo de tribu africana massai y el otro más mayor con canas y coleta recogida, pero que le llega a media espalda. Los camareros saben qué necesita cada cliente solamente con verles la cara, no hay chinos aunque dos máquinas tragaperras esperan clientes. Los minúsculos servicios avisan a los gordos que no es buen sitio para ellos. Los anises, licores, coñacs y demás alcoholes detrás de una vitrina de cristal. Las tres mesas restantes también están ocupadas por mujeres que hacen la compra. Servilletas de papel engurruñidas en el suelo, dentro y fuera de la barra, como es típico, no hay papeleras para tirarlas, es parte de la idiosincracia del bar.
Dos escudos de madera del Betis y Sevilla marcan la equidistancia, o las pocas ganas de decantarse, un televisor culón antiguo marca JVC y un TDT para ver los partidos de no pago, está apagado.
La barra es metálica, mejor para limpiar, reluciente, contrasta con el suelo.
Pagamos los dos euros de rigor y nos marchamos. No falta un buenos días y el vaso de agua.

1 comentario:

Antonio Aguilera N dijo...

Me parece oir el tintineo de platerillas y cucharas, el reclamo verdulero desde fuera y el ofrecimiento del habitual "para hoy".
Que nunca nos falten esos sitios, que nunca nos falten esos ratitos, que nunca nos falten esos amigos