lunes, 15 de noviembre de 2010

Desamor

Estoy aquí tirado en la cama, son las tantas de la madrugada y no sé cuantas cervezas me habré tomado ya, hace rato perdí la cuenta. Mi almohada chorrea lágrimas, son las mismas que depositaron mis ojos.
Sí, estoy borracho, y qué, qué pasa, uno tiene derecho a beber en demasía cuando siente lo que no debe sentir, cuando quiere amar y no puede, cuando la cabeza dicta unas órdenes que el corazón no obedece, cuando he tenido que luchar tantas veces contra mí mismo para no decirte lo que me apetecía.
Cuántas mentiras, cuantos besos reprimidos, cuantas caricias soñadas, cuánto amor oculto, queriendo siempre disfrazarlo con amistad sincera.
Tantas veces ensayé frente al espejo las palabras mágicas, pero nunca fui capaz de confesártelo.
Hoy, tu llamada a mi móvil desde Montevideo me rompió.
Un raro presentimiento me decía que se acabaría todo, mi mundo entero, mis ilusiones, mis vivencias, mis anhelos, mis deseos.
Podría decirte que deseo que seas feliz con esa chica, pero te mentiría.
Por eso he decidido escribirte esta carta, aunque la rompas nada más leerla.
Te quiero Sergio.
Tuyo siempre, Israel.

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