domingo, 26 de septiembre de 2010

Otoño

La noche hace su aparición sobre Facinas. Hoy la luna llena está perezosa, quiere salir pero las nubes que arrastra el poniente no le dejan asomarse, cientos de grillos, miles de ellos emiten una sinfonía animada.
A las once de la noche el pueblo parece desierto. Nadie en las calles, el viento campa a sus anchas por sus recovecos , mundo interior en cada casa, muchas vacías añorando tiempos pasados en los que los veraneantes las hacían suyas, no huele a nada, hoy los hornos de leña descansan esperando recargar fuerzas para la semana, los bares cerrados por vacaciones, comienzan a formarse las bandadas de estorninos.
Once y media, no tengo sueño, qué hacer, una ilusión varios años guardada en el cajón de los pequeños proyectos vitales. Con el coche llego hasta el pantano del Almodóvar, sus aguas quietas, oscuridad absoluta cuando apago las luces; el girar de las aspas de dos monstruosos molinos de los que hasta a Don Quijote asustarían rompe la noche, acompañado de sus molestas luces parpadeantes.
Me siento en el suelo a escuchar a la naturaleza y ésta llega a mí en pocos segundos. Primero uno lejano, luego otro cerca del Cortijo, otro más en el valle, uno con eco entre los claros del bosque, rivalizando entre ellos a cual emite el sonido más duradero y potente.
Los venados berrean y berrean para demostrar ante las sumisas hembras su poderío. Es el celo previo al apareamiento. Luego volverán a lo más intrincado de la sierra, entre los matorrales, en la espesura.
Comienza el otoño.

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