martes, 8 de diciembre de 2009

Un buen chico

Estos momentos de soledad reconfortante me hacen pensar en la acertada decisión de independizarme. Con veintiocho añitos ya está bien.

No soportaba a mis viejos, eran demasiado para lo que yo necesitaba.

Ahora sé que mi madre viene casi todos los días a traerme comida porque la veo luego en la nevera. Se lleva ropa que coge del cesto. Yo no le digo nada, ella es discreta y viene cuando estoy trabajando. Con mi padre ni me hablo desde hace bastante tiempo. No les necesito.

A veces pienso que me tienen miedo, quizás, me da igual, es mi vida.

Es difícil encontrar placidez, pero en ocasiones lo logro.

Son las cuatro de la tarde, fuera hace calor, demasiada, si tuviese que salir ahora me moriría.

Bajo las cortinas, enciendo el aire acondicionado, pongo Dire Straits en el equipo, " Private Investigations ", busco mi vaso preferido, con la forma precisa para que yo lo agarre, para que lo acaricie en mis manos, ancho, exacto para la cantidad que Chivas que me gusta degustar.

Mi despensa siempre está abastecida de mi wiskie favorito, saco la botella, abro el primer cajón del congelador, y ...

Dios.
No está. Maldita sea.
En el segundo tampoco, ni en el tercero.
Pero, ¿ Dónde está el hielo ?.
Comienzo a ponerme nervioso, blasfemo, empiezo a acordarme de mi madre.
¿ No habrá sido capaz de tirármelo ?. Espero que no, porque entonces se va a liar.
Busco en el cubo de la basura, y efectivamente, allí, entre latas de cerveza, conservas vacías y demás restos está la bolsa abierta y vacía.
Marco el número, empiezo a vociferar, le digo que no venga más, que la mierda de comida que me trae se la dé a mi padre o a los pobres. Ella no dice nada, sólo se oye un llanto profundo seguido de hipidos.
El mosqueo no se me quita ni desahogándome.
Tengo que encontrarlo como sea, cierro la puerta del piso, toco el timbre del vecino con insistencia, pero nadie sale, es hora de siesta. Desisto de seguir llamando, bajo a la calle, una torta imponente de calor me deja sin respiración.
¿ Quién puede vender hielo a estas horas en el barrio ?.
Ya está, el chino de la esquina.
Hay una chinita de apenas doce o trece años, le digo que quiero una bolsa de hielo. Ella la saca del congelador y me la da.
Uno setenta y cinco, señor.
Busco la cartera en el pantalón, joder, con la tensión se me ha olvidado en el piso. Le digo que mañana le traigo el dinero, pero ella me mira un poco entre asustada y desconfiada.
Le echa coraje y me dice que no, que le devuelva la bolsa.
Yo la miro, hago el gesto de levantarle la mano y ella se encoge tras el mostrador. Parece que va a romper a llorar.
La miro con maldad, agarro con fuerza la bolsa y me voy.
Yo no soy violento, pero hay ocasiones en que uno...
Llego a mi casa, por fin puedo disfrutar de mi momento.
Me meto la mano en el bolsillo pero las llaves no están.
Aporreo mi misma puerta, grito y grito más aún, un vecino sale dando voces, me peleo con él, llega la policía, me llevan a comisaría.
Yo sólo quería un buen vaso de Chivas.

1 comentario:

Reyes dijo...

Que discazo, cuántas cosas inspira, ¡cuántos recuerdos transmite!