lunes, 4 de junio de 2012

La paseadora

Cada vez que me asomo por la ventana la veo, sea al amanecer, al atardecer, a mediodía con el calor e incluso por la noche. Con sus andares un poco zambos, arrastra los pies cansinamente mientras que uno de los dos chuchos que alternativamente salen al descampado tira de ella pidiéndole un esfuerzo que ella no quiere o no puede hacer.

Es una chiquilla, aún impúber, ni siquiera le importa salir en pijama a la  tarea diaria.

A veces se acompaña de unos cascos que la distraen de una tarea que evidentemente no le apetece nada.

Me pregunto si no tiene hermanos que la releven o si sus padres no pueden salir por ella algún día.


Nadie sabe que es el sacrificio que le impuso aquella bruja por mantenerse siempre niña.


2 comentarios:

erato dijo...

Magnífico relato con un final impecable.A veces esos secretos de bruja acarrean precios elevados en seres tan frágiles como esa impúber solitaria.Me ha encantado.Un saludo

Don Quijote, la última aventura dijo...

Muchas gracias, lo más curioso de todo es que la historia, tal como yo la concebí, está basada en mis momentos de observación por la ventana hacia el mundo.