miércoles, 14 de octubre de 2009

Un día en el zoo

Las instalaciones del zoológico permanecían abiertas pero no se esperaba a nadie.
Los colegios que estaban concertados habían suspendido su visita, pues había dado lluvia durante todo el día.
Y así comenzó la mañana, agua y más agua impenitente.
La cajera leía un libro en la caseta de información cuando un hombre tocó la ventana.
- Quisiera visitar el zoo.
Señor, ha visto usted la que está cayendo. Muchos animales no salen en días como hoy y no hay espectáculos programados.
- No importa, sólo quiero dar un paseo bajo la lluvia y ver el comportamiento de algunos de ellos.
Está bien, pero le reitero que hoy no es buen día. Ahí tiene su billete.
- Gracias.
El hombre se ayudaba de un bastón y fue viendo primero los diferentes monos, orangutanes, mandriles, continuó en el terrario cuando arreciaba el chaparrón y cuando escampó siguió disfrutando del olor de los árboles mojados, del sonido de las gotas cayendo sobre el suelo y de los leones marinos que no paraban de danzar bajo el agua.
Se acercó a la jaula del elefante, luego de las jirafas que lo miraban extrañado y llegó a una especie de piscina rectangular con el agua muy sucia.
No se paró a leer los carteles informativos, las gafas que traían eran para ver de lejos.
Cada cierto tiempo, unas pompas salían a la superficie, pero el hombre siguió acercándose, pues la curiosidad le podía.
Aprovechó que nadie lo miraba para, no sin esfuerzo, bajar hasta la base de la piscina.
De pronto, la grandiosa boca de un hipopótamo salió del fondo del agua para engullirlo con bastón incluído.
Evidentemente, no había sido un buen día de visita.

1 comentario:

Reyes dijo...

Experiencias que te llevas, amigo.