martes, 22 de septiembre de 2009

" Perdido en el C&A "

La tarde se torció el día antes, cuando ella me dijo:

Mañana quedamos para ir a comprarte ropa a Los Arcos a las seis y media.

Se jodió el plan, pensé yo. La tarde de aventuras con mis tres niños por esos mundos campestres había que suspenderla y se imponía un plan alternativo. Así que cambiamos de planes y pasamos un buen rato en la biblioteca, hasta que a Antoñito se le ocurrió echar mano de media estantería de las películas y tirarlas todas al suelo.

Llegué un poco tarde al centro comercial, demorándome con no me acuerdo que excusa.

Aunque ya había tomado un café, pedí una mariconada que algunas veces acostumbro, para engañarme a mí mismo y decirme que me he tomado hoy tres, sí eso, un descafeinado de máquina.

Cuando llegué a C&A, ya tenía ella media tienda comprada. Bueno, un poco exagerado.

Pero empezó a surgir en mi cabeza el sentimiento de hombre perchero, el que porta los bultos.

Mis ojos se distrajeron un poco mirando a las dependientas, que tienen fama, pero hoy no era el mejor día.

Hicimos una primera cola en la caja, rápida.

Algún personaje extraño aquí y allá, esos que te llaman la atención por su vestimenta, su cara o sus gestos, pero mi nivel de distracción esta tarde no estaba muy subido.

Me ilusioné con varias camisetas para sentirme un poco más joven, todo menos lo que iba buscando, pero bueno, mis deseos de compra se habían satisfecho en doce minutos exactos, probador incluído.

Cuando mi vista se dirigía a la puerta dijo ella, vamos a mirar " en un momento " la ropa de los niños y tenemos que mirar también un regalo para los dos bebés que han nacido.

La poca estabilidad que me quedaba se desvaneció.

Miré a un marroquí paciente que esperaba en la cola con un bebé mientras su mujer seguía comprando.

Mi vista comenzó a nublarse, el aire me faltaba.

Por un momento me pareció oir al " Winie the Pooth " ( el muñeco más insulso, desagradable y pasteloso del mundo mundial ) de la estantería, que me decía " vete, huye ".

La solución me la dió un padre que pasó detrás mía cuando le dijo a su mujer, " me voy a mirar una cosa con el niño al Toysar,s ", pero me di cuenta de que yo no llevaba ningún niño a mano.

Mi gozo en un pozo.

En aquellos momentos ya no sentía los brazos y casi las piernas.

Pensaba que no saldría nunca de allí cuando una luz se encendió.

Eran las ocho y media cuando le dije con cara de corderito degollado: Me voy que hay que bañar a los niños.

Me miró, sonrió y me dió un beso.

No sé si bajé las escaleras mecánicas o volé sobre ellas.

Por fin libre, aire, aire.

Aquí acaba mi tarde de aventuras en un centro comercial.

1 comentario:

Reyes dijo...

¡libre!
Que bueno...