jueves, 5 de febrero de 2009

El regreso definitivo

Hace mucho tiempo que no entro aquí y os aseguro que no es por no tener nada que transmitir. Al contrario, cada día que pasaba tenía una nueva idea, un nuevo cuento, una nueva historia que contar, pero como diría un pedante, por problemas informáticos temporales, o más bien porque se me fastidió, escachumbó, jodió o simplemente se me fue el portátil, me ha sido imposible conectarme, ni siquiera en el trabajo. Así que tengo mono, mucho mono de escribir.
Ahora estreno cacharro nuevo y hacerse a él lleva unos días.
Hace dos semanas recibí la mejor noticia para mi futuro, la enfermedad, esa innombrable por muchos, prácticamente ha desaparecido de mi cuerpo. Así que afronto la vida con más ilusión y optimismo que antes si cabe.
Aquí os dejo una metáfora de los últimos meses vividos.
Hace calor, es el mes de Julio de un verano caluroso. El hombre se asoma al pozo que hay junto a su casa buscando un poco de agua que le refresque, con tan mala suerte de que trompieza y cae en él.
En un primer momento piensa que va a morir, que será demasiado profundo para que pueda sobrevivir entre el agua acumulada, pero conforme cae se da cuenta de que está vacío, de que apenas queda líquido en él. En su fondo un montón de arena acumulada amortigua su caída, hasta que toca el suelo.
Permanece aturdido uno, dos días quizás. Pero al tercero reacciona y empieza a pensar como salir de allí. Piensa que está solo, pero unas voces apenas audibles suenan en la superficie. Eso le da fuerza para sobrevivir. Con la poca agua almacenada sacia su sed aunque no hay nada que comer. Ahora las voces se hacen más cercanas y llega incluso a identificarlas. Sus amigos, su familia, su mujer, sus hijos, todos le llaman y le animan a que consiga salir de allí. Unos bomberos acuden a su encuentro y le tiran una cuerda con la que intentar la subida.
El trecho es largo, duro, laborioso, son demasiados metros de túnel, pero él no desfallece.
Se agarra a la cuerda y con los consejos sabios de los profesionales desde arriba, comienza a subir, centímetro a centímetro.
Sabe que le va la vida en ello, que tiene que aguantar, con poca fuerza, sin comida, casi sin beber, pero ya va viendo la luz de arriba. No desfallece, la mente empuja al cuerpo.
Ya puede ver las caras de quienes le esperan en el brocal del pozo. Un último esfuerzo y ya.
Todos se abrazan con él, se ha salvado.
La experiencia ha sido impactante, pero reparadora y encara cada hecho y situación de otro modo, más feliz, más optimista.
Es invierno.

No hay comentarios: