viernes, 5 de diciembre de 2008

Ande yo caliente...

Este es el primer cuento que recuerdo haber leído, a los pies de la cama de mi padre. Habrán pasado por lo menos treinta años, pero hace unos días me vino a la memoria tan fresca la historia y las imágenes que sentí la necesidad de contarlo. Dice así:
En la lejana Siria, allá por el año 345 antes de Jesucristo, un hombre y su hijo emprendieron un viaje entre su pueblo Ebla y Hama, que se hallaba a dos jornadas de camino, para intercambiar los productos que había generado el pequeño huerto, por semillas de trigo. Y lo hicieron con la sola ayuda de un viejo burro al que habían llamado cuzod.

Así que, antes de que el sol hiciera su aparición por el horizonte, los tres ya estaban en marcha, el hombre a pie tirando de la cuerda y el niño montado en el burro. A media mañana pasaron junto a unas mujeres que lavaban la ropa en un riachuelo; Estas volvieron la cara y comentaron en voz alta:

¡Vaya hombre más tonto, pudiendo ir encima del burro, con los años que debe tener y va andando!.

Esas palabras las oyó el anciano pero siguió camino adelante. Cuando se hubieron alejado de la vista, decidió subirse él también al animal, que protestó un poco por el peso que debía soportar, pero Yazid, que así se llamaba el padre, con cariñosas palabras consiguió que continuara, pues el trecho era largo.

Al poco rato pasaron junto a un pastor que cuidaba sus cabras. Este levantó el callao en señal de saludo y les dijo:

¿ No le parece a usted demasiado peso para el pobre burro, lo van a matar, hasta espuma echa por la boca ?.

Yazid no le contestó pero hizo bajar a su hijo Ahmed, y así continuaron la marcha.

Hicieron noche bajo un centenario árbol junto con otros peregrinos, para resguardarse del frío con el fuego que estos habían encendido y para protegerse de los bandidos.

Antes del amanecer ya estaban circulando, el hombre encima del jamelgo y Ahmed tirando de él.

Pasaron junto a otros pastores que les increparon:

¡ No le dará vergüenza, un pobre chiquillo tirando del burro y él encima!.

Tentado estuvo de contestarles, pero calló.

Bajó de Cuzod, y niño, hombre y burro continuaron su marcha pues poco les quedaba para llegar.

Pero cuando menos de media jornada les separaba de su destino, el animal dio un traspiés y cayó de bruces haciéndose daño en una pata. El hombre se dio cuenta de la gravedad de la situación y se la vendó. A continuación, dijo a Ahmed:

No podemos dejar a Cuzod aquí, siempre ha estado con nosotros y además cuando lleguemos a Hama podrá descansar en el establo de mi hermano y se curará. Así que coge el hacha y corta varias ramas de ese árbol que parece robusto.
El chico así lo hizo y con la destreza y experiencia de Ahmed pudieron fabricar un carromato subiendo al jamelgo en él.

Con una soga a cada lado padre e hijo tiraron con todas sus fuerzas hasta llegar al pueblo, derrengados pero felices.

Por el camino les habían insultado por tirar del animal, pero por primera vez ignoró lo que le decían y pensó en su prosperidad.

" Ande yo caliente y ríase la gente "

2 comentarios:

Reyes dijo...

Fantástico.

miguel dijo...

Cuantos poemas llevan tu alma como guia,noches de idas y venidas.Lo que esperas esta ausente,lo pasado huido y el presente es tuyo y solamente tuyo.La vida es sueño aunque a veces parezca pesadilla,mañana puedes despertad y comenzar una nueva vida.Hallaras gente que no crea en ti ya, mas yo adoro de ti incluso la debilidad. Puede que seas simplemete alguien para el mundo,pero recuerda que para alguien eres el mundo.