jueves, 13 de noviembre de 2008

Once y Cuarto

Cada noche lo veía pasar a la misma hora, las once y cuarto, ni un minuto más ni uno menos.
Al pasar delante de su ventana, aquél hombre le saludaba con un leve gesto de su cabeza. Lo curioso es que nunca le vió regresar, aunque muchas noches se quedaba hasta tarde mirando.
Vestía muy elegante, con una gabardina gris y un sombrero a juego. Era alto, muy alto, y parecía mayor, pero la forma de andar le delataba como un caballero de esos que se veían en las películas.
Pedro no se ocultaba tras las cortinas, las corría para que él le viese.
Para un chaval de catorce años como él, aquél personaje resultaba todo un misterio que no se atrevía a comentar con nadie.
Una noche cenando con toda la familia le dijo a su padre:
.- Papá, he visto algunas noches un hombre mayor, alto con una gabardina y gorro gris pasar delante de nuestra casa; ¿ Quién puede ser ?.
- Ni idea, hijo. En el barrio por los datos que me has dado, podría ser Don Celestino. Pero ese hombre murió hace dos años por lo menos. ¿ Te acuerdas mamá, que fuimos a su entierro?.
. Sí es verdad, era una persona muy querida por todos nosotros. Lo sentimos mucho.
- Seguramente será alguien de alguna otra zona de la ciudad que vendrá a visitar a algún familiar.
.- Seguramente. Pedro calló y quedó pensativo.
Aquella noche se asomó a la hora de siempre y aquél hombre volvió a pasar junto a su casa.
Se paró delante de su ventana y le hizo el mismo gesto acostumbrado.
Solo que al marcharse, giró la cara y le guiñó un ojo.
Decididamente, su mirada era ...

No hay comentarios: