jueves, 20 de noviembre de 2008

Ese ratón esquivo

Hoy estoy especialmente motivado y con ganas de escribir, no sé si será el café del bar, el sueño de la quimio, o que lo que lleva uno dentro no lo debe guardárselo para sí.
Creo que a veces hay que plasmar lo cotidiano, porque es lo que vivimos todos a diario.
Por eso, ayer recibí un correo de mi primo Francisco, a quién debo mucho cariño y agradecimientos de cómo se ha portado en este tiempo conmigo, en el que hablaba de nuestros juegos de la infancia, pero sobre todo de no perder el espíritu de ser un niño aunque los años pasen por nuestro calendario particular.
Y esta noche pasada, un suceso que le pasó a mi hija Marta me inspiró este relato alegórico de ese ser especial:
Han pasado muchas lunas ya, pero aquella fecha se me quedó grabada para siempre y por más tiempo que pase no se me va de mi memoria.
Recuerdo aquél 20 de Noviembre de 2008 como si fuera ayer.
En el cole todas mis amigas porfiábamos a cual de nosotras se nos caería antes un diente y cuantas mellas tendríamos. Yo estaba orgullosa de que se me estuviera moviendo la segunda paleta, porque significaba que tardería poco en caer, pero temía que eso ocurriera mientras estaba dormida, pues en ese caso el Ratón Pérez no vendría a mi cama. Pero quiso la casualidad de que esa mañana mientras me comía el bocadillo la pude cazar. Ni me asusté ni nada porque no salió sangre. Así que la enseñé a mi amiga Noelia con signo de victoria y la guardé en una servilleta.
Por la noche no se me olvidó coger la servilleta y meterla debajo de la almohada. Estaba seguro de que vendría. Hacía dos semanas se me había caído la primera paleta cuando estaba en Facinas y el ratón me trajo un sobre escrito que pude leer que traía dinero.
Pero esta vez yo esperaba un regalito, el que fuera.
Así que me dormí pronto porque sabía que mientras que estuviera despierta no vendría, mandé dormir también a Juan, y caí en un sueño profundo.
Por la mañana busqué y busqué bajo la almohada pero ni rastro de la paleta. Solamente estaba la servilleta, pero el diente no aparecía. Pero al girar la cabeza, medio dormidaa aún, allí estaba, no era ni muy grande ni muy pequeña, pero allí estaba mi regalo, una muñeca que se reía cuando le tocaba la barriga.
No sé cómo el ratón Pérez pudo fabricar en su fábrica de juguetes el regalo para mí en tiempo récord, ni siquiera cómo subió hasta mi cama, ni por donde entró en mi casa.
De lo que sí estoy segura, y por más años que pasen, es que nadie me quitará la ilusión, la inocencia y el brillo especial en mis ojos.
Porque el Ratón Pérez vino aquella noche a mi cama.
Y lo hará siempre que nosotros lo llamemos y conservemos las ganas de ser niño.
Marta Santander.

2 comentarios:

Reyes dijo...

Muy bonito.
Yo siempre me pregunté como pudo traer arrastrando una cajita de caramelos en forma de bolsito, pero ya se sabe, es mágico.
Tu Marta promete, vaya cantera...

sky walkyria dijo...

somos hijos y padres y hijos
y siempre se nos caen los dientes
y en cada generacion
disfrutamos el mundo
como si fueramos el primero en nacer