martes, 8 de julio de 2008

Esto podría ser una novela o tal vez se convierta en un cuento largo.

Aún no tiene ni nombre.

En teoría debería ser el primer capítulo de una aventura, pero el destino, el azar, los caprichos o qué se yo, podrían terminarlo aquí.

El tiempo lo dirá:

Año del señor de 1870, día 14 de los corrientes del mes de Noviembre
Ciudad de Tarifa
Ocho horas de la mañana.

-. “ Aún no sé porqué razón me mandó llamar para quedar con usted. Le advierto que aunque peine canas y esta tos me esté matando, aún sé defenderme de cualquiera: Los mundos que he vivido me han hecho fuerte “.

La voz del hombre sonaba cascada pero vigorosa. No se diferenciaba mucho del resto de tonos que a esa hora había en la taberna del Puerto. Mucho antes de que amaneciera ya se habían hecho a la mar los marineros más jóvenes, a los que las enfermedades aún no habían aún hecho demasiado efecto. En tierra quedaban los viejos lobos de mar, los que tenían una vida entera por contar a la luz de una linterna de gas y con una vaso de vino. Siempre había quien quisiera escuchar las mil y una historias que en El Falucho se vivían diariamente, desde la salida al ocaso del sol .

El visitante desconocido le había avisado mediante uno de aquellos mozalbetes hambrientos que pululaban por las frías callejas del puerto, que mendigaban aquí y allá por un trozo de pan y algunos reales de vellón. Pedrín, que se hacía llamar el chicuelo, tocó en el pomo de la desvencijada puerta de nadera que apenas se sujetaba por dos podridas bisagras oxidadas, ya que la tercera se había caído de un portazo, siendo cerca de las once de la noche.

A esa hora, en un pueblo como Tarifa, con varios días seguidos de levante fuerte, casi el invierno al caer, frío a raudales, y ni un alma en las calles, que alguien llamara a su casa no podía ser para nada bueno. Abrió poco a poco la puerta, esperando alguna desgracia, y se sorprendió al ver un mozo de apenas doce años, tiritando de frío, pero con una cara de satisfacción como pocas se veían por aquellos contornos.

“ Un señor que se aloja en la Hospedería me ha dicho que le buscara y que le dijese que mañana a las siete de la mañana le espera en el bar del Puerto “. Dijo el chiquillo con una voz atemorizada.

.- ¿ Quién es?,

.- No sé, señor.

.- Solo sé que por su voz no parece de aquí, quizás sea extranjero, estoy casi seguro.

¿ No te ha dicho que para qué quiere verme ¿

.- No, sólo dijo que hiciera todo lo posible por localizarle y que le dijese el mensaje que me pidió.

¿ Y te ha pagado por ello ¿

Sí. El semblante del niño cambió en ese momento.
¿ Cuanto ¿, preguntó interesado Guzmán.

Cuarenta reales de vellón, señor.

Abortargado por la botella de vino que se había tomado a lo largo de la noche, le pareció no oír bien las palabras.

¿ Cuanto has dicho ¿,

“ Lo que usted ha oído “. La voz se iba haciendo cada vez más segura y relajada.

Esta bien Pedrín, ya veré si voy o no.

Cerró la puerta, y quedó toda el día absorto en sus pensamientos.

1 comentario:

Reyes dijo...

... sigue, sigue.