martes, 27 de noviembre de 2012

Despedida


Desde aquí arriba la arena no es arena, una alfombra multicolor hace sombra a este océano al que ahora digo adiós. Quizás un adiós definitivo, para siempre.

Allá nos enseñaron a no llorar jamás, a ser fuertes como el acero, a combatir sin tregua ni descanso, a aguantar sin dormir varios días, a mimetizarme con la selva, con todos los terrenos, pero de nada ha servido.

Siento que estas dos semanas que he pasado descansando en la base han sido las mejores de mi vida, de mi corta vida, de mis veintidós escasos años.

Ahora, que este monstruo inmenso nos traslada a una muerte casi segura de alguno de nosotros,  me gustaría tener la oportunidad de decir que no, que me paro en este momento, que hasta aquí llegó mi aventura como soldado profesional.

Carmen me dio la oportunidad de conocer otra vida, con ella descubrí el amor por primera vez, no puedo olvidar sus inmensos ojos negros, su cara, su cuerpo. Me quedan los recuerdos y un dolor que no puedo calmar con nada.

En la patria que acogió a mis padres inmigrantes hondureños, el orgullo de ser americano es lo más grande y por eso me enrolé en este cuerpo de élite que defiende a nuestro país en los lugares más duros del planeta.

Ya es tarde, demasiado tarde.

Afganistán es nuestro destino.

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