jueves, 19 de julio de 2012

Ella, mamá y fufú

Lo peor de que sonara el timbre aquella mañana de verano no fue encontrarme una inmensa maleta en la puerta seguida de ella, lo peor fue que tras ella venía..., si queridos amigos, es lo que os imagínáis, mamá en persona. Yo la llamaba mamá porque, aunque a mí no me había parido, ni ganas, Carmencita quería que fuera para mí también su madre.

Yo, que había decidido independizarme diez años antes porque no soportaba a la mía, yo, que hacía de la soledad mi razón de ser, yo, que cada vez que sonaba el teléfono con el número de mi madre sabía que tocaba aguantar los chismorreos que me contaba de todo el barrio, incluso alguna vez me quedé dormida con el teléfono en la oreja y me desperté con un dolor inmenso en el cuello.

Y ahora entraba por la puerta de mí casa con un maletón como nunca había visto antes, con intenciones de quedarse una temporadita, según supuse por la carita que me puso nada más entrar.

Mamá dispuso en pocos minutos de todo lo necesario para acomodarse, sus taperware de croquetas, sus pucheros congelados, total, que mi intimidad salió por la ventana.

No es que yo no quisiera a Carmen, pero para un ratito, para compartir noches y lo que viniese despúes...

No, por dios, mi sofá no, se hizo dueña de mi lugar preferido y sobre todo del mando. Luché con todas mis fuerzas, pero la batalla la perdí.

Todo lo hubiera pernitido, todo, incluso a mamá, una temporada, de no ser porque me dijo que tenía una sorpresa, nunca me han gustado demasiado las sorpresas,  si vienen de ella, porque ya conozco los resultados. Cerré los ojos con desgana pero disimulando, estiré las manos queriendo coger el regalo o lo que fuera, y...

Allí estaba fufú, su mascota, como ella le llamaba, su cariñito.

No, no y mil veces no.

Odio los animales, a muerte, pero eso sobrepasaba mi capacidad de entendimiento y de cordura.

Así que le dejé a elegir, o fufú o yo.

Imagináis el resultado.

Sí, sois buenos chicos.

Desde hace un mes sufro a mi verdadera madre en su casa.

Ah, se me olvidaba, me llamo Lucía.

Bueno, os diré quien era FUFU.

Si, sí, creéis que era un caniche....

Ojalá, solo deciros que aún tengo sus marcas en la mano.

Fufú, su mascotita, por la que ella moría, era...

Un erizo.

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