martes, 19 de mayo de 2009

Caricias

Hace calor.
Las ventanas están cerradas, el aire acondicionado enfría la habitación.
Luz apagada.
María tiene sueño y como cada noche lee un libro antes de dormir.
Diego se queda viendo la tele en el salón como siempre.
A los pocos minutos, María siente unas manos que se posan sobre su cuerpo desnudo, ella siempre duerme solamente con braguitas.
Primero sobre sus piernas, luego va subiendo por la barriguita hasta llegar a sus pechos.
Un gemido sale de su boca.
El se pega a ella, también desnudo, cubierto solo con un slip.
Diego y María, María y Diego, solos en la intimidad de la noche.
Dios, cuanto tiempo esperando ese momento, muchas noches de lectura en solitario, durmiendo con un extraño al lado, sin sentir a su hombre, ese que le enamoró con su mirada, sus caricias, su cuerpo y su pasión.
Pero allí estaba y no era sábado.
Ella busca con sus manos el cuerpo de él.
Las manos de él, tan expertas en otro tiempo, ahora divagan de un lado a otro, sin orden ni concierto, con desesperación, de pronto un seno, ahora la planta del pie, le hace cosquillas en el ombligo, luego la espalda.
Hay algo raro en él, no siente sus gemidos.
Hasta que Diego dice; Ya.
¿ Ya ?, contesta María.
Sí, ya encontré el mando a distancia, que no sabía donde estaba.

La soledad se desliza por su almohada en forma de lágrimas.

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