Los primeros rayos de sol comienzan a desplegarse sobre la gran llanura. A primeras horas de la mañana los esquivos animales del bosque salen de él a la búsqueda de pasto que va ya escaseando en esas fechas, pues la primavera va finalizando y el calor poco a poco se va mostrando más furioso.
Conejos, perdices, palomas, zorros, meloncillos, corzos, gamos y un sinfín de aves se despliegan aquí y allá en una perfecta y desordenada armonía. Pero de entre todos ellos destaca por su potencia, tamaño y virilidad el ciervo. Un gran macho de amplias cuernas olisquea el ambiente una y otra vez, no encuentra peligros acechantes, da una gran carrera y se para junto a la charca que va secándose alarmantemente y donde los reyes son las ranas con su croar matutino. Comienza a beber agua pausadamente, dos buitres sobrevuelan su cabeza varios metros por arriba, lo hacen de forma circular, sin apenas mover las alas, aprovechando las corrientes. Quizás tampoco hoy obtengan alimento, pero no desesperan, esa es su principal arma, la paciencia.
El sol hace su aparición majestuosa por las sierras de Oriente, no hay nubes a su alrededor. El macho levanta su gran cornamenta lentamente, y la vuelve a agachar para pastar entre ramales y cardos salvajes. Un sentido extremo de supervivencia le avisa de que algún peligro está cerca. Un solo segundo le basta para esquivar el hachazo del ser que sale súbitamente del barro.
Estira las patas y corre, corre a una velocidad endiablada hasta perderse entre la maleza de los primeros acebuches.
Las ranas cesan temporalmente su canto. Ellas también se han asustado. El hombre maldice su mala puntería, lo hace con gruñidos secos, enseña los dientes en señal de rabia. Era una buena presa con la que poder alimentar a la tribu durante varios días, pero el animal ha sido más rápido que él, quizás esté perdiendo reflejos. Vuelve tras sus pasos, bebe un poco del agua que minutos antes le ha servido de escondite y comienza el regreso al poblado. Le espera un buen trecho hasta llegar a él, así que come un trozo de la carne seca que ha traído y comienza la marcha hasta las cuevas de la montaña.
Aunque su mentalidad es bastante limitada, sus pasos cansinos denotan una sensación de fracaso de la que no puede escapar.
Quizás sea el momento de que jóvenes más fuertes que él sean capaces de tomar su puesto.
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