Dije que no iba a hablar de la figura de Michael Jackson pero tengo que desdecirme en mis palabras. Casi por casualidad vi ayer un momento del entierro del artista y me conmovieron las palabras de su hija.
No sé cuanto de sinceridad habría tras las caras de aquellos enlutados y cuantas peleas habrían tenido en vida, pero creo que aquella manida frase de que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad pueda ser aplicada a este momento.
Las palabras que aquella niña le dijo a su padre suenan a dolor, pena, rabia y sobre todo llanto por un ser querido.
Imaginémonos por un momento que el que se está enterrando es un ser anónimo a quién su familia le está diciendo el último adiós, que no hubiera televisiones ni micrófonos.
Esas palabras sonaban a adiós de corazón, sonaban a verdad, igual que su cara.
Dejemos la frivolidad y pensemos que a lo mejor, detrás de una careta externa también ha existido un padre normal y corriente.
Entonces entenderemos esas palabras.
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