Sus manos buscan alguien a quién asirse para dar pasos y más pasos.
Ya no es el bebé paradito y con cara de muñeco.
Ahora es un auténtico muñeco que sonríe de forma perenne.
Y habla, bueno balbucea sonidos, transmitiendo la necesidad de alguien a su lado.
Se cabrea cuando se le deja solo agarrado a una silla o a una mesa.
El quiere descubrir el mundo, tocarlo todo, y sobre todo, correr, eso sí, aún agarrado a una o dos manos salvadoras.
Es el espíritu de la alegría.
Mañana cumple un año de vida.
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