viernes, 7 de junio de 2013

A un amigo que se apagó

Han pasado dos meses desde que tu alma decidió vagar libre por los océanos.

Y hasta hoy no me he atrevido a escribir sobre tí.

Un pellizco me atrapa.

Es dolor.

Dolor por sentir que tu ausencia es más fuerte que los recuerdos que dejas.

Dolor por pensar que las olas no te bañarán más.

Dolor por no ver tu rostro de abuelo picarón, de padre entregado, de niño pequeño.

La Giralda, la Catedral no verán cruzar junto a ellas a tu sombra de personaje singular, diferente, único.

Adiós, amigo.

Adiós Carlos.