jueves, 31 de marzo de 2011

Dire Straits

Siempre he dicho que este grupo ha marcado toda mi vida. Esta noche, gracias al ipad que me regaló mi amigo Carlos, en uno de estos pequeños momentos de tranquilidad que los tres torbellinos me dejaron ( más bien cuando se peleaban con su prima Elena los cuatro en la ducha ), enganché en Youtube una de las grandes canciones de la música. Muchas veces mi padre me preguntaba porqué me gustaba la música en el inglés si no la entendía. Oyendo " Brothers in arms " puedo contestarle. No hay palabras para definir las sensaciones del solo de guitarra de Mark knofler, la batería o la música. Tuve la oportunidad de verlos hace muchos años en Marbella y no me defraudaron, al contrario. Hay canciones que sólo por poderlas oir una vez ya merece la pena haber vivido. Esta es una de ellas. Disfrutadla.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Primavera



Es una imagen antigua, pero merece la pena. De cosecha propia.



domingo, 27 de marzo de 2011

Feria del libro de Montequinto.

El próximo 08 de Abril de 2011, viernes, estaré firmando libros en la Feria del libro de Montequinto. . Será a partir de las 18.30 horas.Os espero.

viernes, 25 de marzo de 2011

Río Guadaira




Siempre se ha dicho que el agua es vida, quizás es un tópico demasiadas veces usado, pero para mi tienen mucho de verdad estas palabras.
El río Guadaira va poco a poco bajando su caudal, aún desborda la presa del molino.
Soledad y naturaleza se combinan perfectamente en este pulmón verde.
Un lugar para disfrutar del bosque de ribera, sentarse en una piedra dejando pasar los minutos con el único sonido del agua fluyendo mansamente, los patos yendo y viniendo o algún barbo que sale y vuelve a caer.
Paz entre carreras, silencio roto por los abejarucos que comienzan a llegar, el mirlo campando a sus anchas.
Llega la primavera al Guadaira.
Disfrutemos de esos momentos, y si es con pesca, mejor.

viernes, 18 de marzo de 2011

Un buen chico

Estos momentos de soledad reconfortante me hacen pensar en la acertada decisión de independizarme. Con veintiocho añitos ya está bien.
No soportaba a mis viejos, eran demasiado pesados para lo que yo necesitaba.
Ahora sé que mi madre viene casi todos los días a traerme comida porque veo luego llena la nevera. Se lleva ropa que coge del cesto, de la cama o tirada en el cuarto de baño. Yo no le digo nada, ella es discreta y viene cuando estoy trabajando. Con mi padre no me hablo desde hace bastante tiempo.
No les necesito, todavía me vienen a la cabeza las pesadas palabras de mi madre cuando me llamó por teléfono la última vez: Ricardo, tu padre y yo te echamos de menos, te queremos, tu hermana Carmen me dice que quiere verte.
No me llames más, para oír esta sarta de tonterías prefiero ver Gran Hermano, te cuelgo. Y la dejé con la palabra en la boca.
Malditos bobos, no tenía ganas de oír más sandeces.
¿Al fin y al cabo, qué tengo que agradecerle a mis padres?, ¿Que me dieran la vida?, pues que hubiese abortado, ¿ Que me pusieran este nombre tan hortera?, Ricardo, Ricardito por aquí , Ricardito por allá, anda y que os zurzan. Si pudiera me cambiaba¿¿Que estudiara en los mejores colegios?, a la mierda, eso para el que lo quiera valorar, yo nunca he querido estudiar y sé que me siempre me han aprobado por el dinero de mi padre, por su apellido, no por mis méritos. .¿Que tenía los mejores coches y con cinco mil pesetas en los bolsillos todos los fines de semana? , pues que se jodan los pobres. ¿Que ahora estoy trabajando?, pero quién se cree la absurda historia esa del currículum inventado. Una llamadita de mi padre y todo solucionado.
A veces pienso que me tienen miedo, seguramente, me da igual, es mi vida y no tengo que dar explicaciones a nadie.
Es difícil encontrar placidez, pero en ocasiones lo logro.
Son las cuatro de la tarde, fuera hace calor, demasiada, si tuviese que salir ahora me moriría.
Bajo las cortinas, enciendo el aire acondicionado, pongo Dire Straits en el equipo, " Private Investigations ", busco mi vaso preferido, con la forma precisa para que yo lo agarre, para que lo acaricie en mis manos, ancho, exacto para la cantidad que Chivas que me gusta degustar.
Mi despensa siempre está abastecida de mi wiskie favorito, saco la botella, abro el primer cajón del congelador, y ...
Dios.
No está. Maldita sea.
En el segundo tampoco, ni en el tercero.
Pero, ¿Dónde coño está el hielo?.
Comienzo a ponerme nervioso, empiezo a acordarme de mi madre.
¿ No habrá sido capaz de tirármelo ?. Espero que no, porque entonces se va a liar.
Busco en el cubo de la basura, y efectivamente, allí, entre latas de cerveza, conservas vacías y demás restos está la bolsa abierta y vacía.

Marco el número, empiezo a vociferar, le digo que no venga más, que la mierda de comida que me trae se la dé al perro. Ella no dice nada, sólo se oye un llanto profundo seguido de hipidos.
El mosqueo no se me quita ni desahogándome.
Tengo que encontrarlo como sea, cierro la puerta del piso, toco el timbre del vecino con insistencia, pero nadie sale, es hora de siesta. Desisto de seguir llamando, bajo a la calle, una torta imponente de calor me deja sin respiración.
Podía volverme y aguantarme, pero no, cuando se me mete algo en la cabeza tengo que acabarlo.
¿Quién puede vender hielo a estas horas en el barrio?.
Ya está, el chino de la esquina.
Hay una chinita de apenas doce o trece años, le digo que quiero una bolsa de hielo. Ella la saca del congelador y me la da.
- Uno setenta y cinco, señor.
Busco la cartera en el pantalón, joder, con la tensión se me ha olvidado en el piso. Le digo que mañana le traigo el dinero, pero ella me mira un poco entre asustada y desconfiada.
Le echa coraje y me dice que no, que le devuelva la bolsa.
Yo la miro, hago el gesto de levantarle la mano y ella se encoge tras el mostrador. Seguro que va a romper a llorar, yo me río, miro las cámaras de seguridad y suelto una carcajada.
Te jodes, ah, y me llevo un paquete de pipas.

Agarro con fuerza la bolsa y me voy.

Yo no soy violento, pero hay ocasiones en que uno...

Llego a mi casa, por fin puedo disfrutar de mi momento.

Meto la mano en el bolsillo pero las llaves no están.
Aporreo la misma puerta, grito y grito más aún, un vecino sale dando voces, diciéndome que no son horas, le pego una hostia en la cara y le rompo las gafas, de su casa sale más gente, sus hijos, intento pegarles a ellos también, mientras, su mujer descuelga el teléfono. A los cinco minutos llega la policía, me llevan a comisaría.
Yo sólo quería un buen vaso de Chivas.

lunes, 14 de marzo de 2011

Ella

Tiene ocho años y aún tiene miedo de la oscuridad, por eso siempre me pide que le deje la luz encendida hasta que se duerma. Hace un momento me he acercado a su cama, la he contemplado, con sus dos manos apoyadas bajo la cara, con esa larga melena que le cae sobre los hombros, con la carita redondita, con esos ojos menudos, y me siento orgulloso de ser padre.
Aunque nos desobedezca, no entienda de cansancios ajenos, sea una comodona, sea rebelde desde muy chiquitita, casi no me deje ver la tele y me mande cada dos por tres una pelota al patio del vecino, la quiero, y egoístamente estoy temiendo que crezca, que no sea tan indispensable para ella, que pase menos horas con ella jugando, que deje de compartir minutos de mi vida con ella, temo que llegue un momento en que solamente me venga a visitar, que le hagan daño, que no se sepa defender, que la pierda, todo eso y mucho más.
Respeto a los que han elegido no ser padres, no dejar parte de su ser para generaciones futuras, pero solamente por los días que he vivido hasta ahora con ellos, las sensaciones que nos producen y las alegrías que nos dan, creo que merece la pena.

viernes, 11 de marzo de 2011

Una noche inolvidable

Si no hubiese sido por los madrugones, hubiese soportado el trabajo de panadero. Había sensaciones únicas como el olor del pan recién hecho, la masa fermentando, el horno tomando temperatura cargado hasta los topes de leña, los ratitos de descanso mirando las estrellas por la noche en verano, el primer café sintiéndome un hombre más en el bar cuando era un simple rapazuelo, la lectura del diario de Cádiz cuando para abrirlo completamente tenía que ponerme en posición de cruxificción, los ratos de risa con los compañeros. Luego estaban los momentos no tan alegres, cuando llegaba reventado con las manos llenas de cortes en las manos por ese mismo pan que olía tan bien y sobre todo el cruzar el pueblo a la 01.30 horas de la madrugada los viernes. Cuando en la discoteca había fiesta no era problema, gente por la calle, coches subiendo y bajando, lo malo eran aquellas otras noches.
La noche que voy a contar fue una de esas esas.
Desde mucho antes de que sonara el despertador sentía como el viento de levante silbaba con fuerza a través de las puertas de mi habitación.
Me levanté a la hora acostumbrada, con la sensación de que no había dormido nada, bajé las escaleras a oscuras como solía hacerlo siempre para no despertar a mis padres, me lavé la cara y salí a la calle. No podía ser más desolador el espectáculo. El levante se había retirado empujado por la tormenta que se había posado sobre el pueblo, rayos aquí y allá, uno de ellos seguramente habría impactado sobre una torreta de la luz pues estábamos a oscuras en pleno invierno, ni una nube, ni estrellas ni luna, solamente agua y un viento de poniente que hacía inútil el paraguas. Bajé la calle y a la altura del bar de Perea, como usualmente lo hacía, en el hueco de una puerta a oscuras que conducía a un pasadizo en el que siempre me esperé que hubiese alguien, miré en esa sensación de miedo y curiosidad que a veces nos puede, no vi a nadie, pero salí corriendo por si acaso. Incluso de día, cuando paso por allí, pienso que algo habrá. No miré hacia atrás y cuando me disponía a coger la esquina frente a la tienda de Antonia Notario un rayo cruzó el cielo de punta a punta iluminando la oscuridad, seguido a los dos segundos de un impresionante trueno que retumbó con tal fuerza que me quedé parado. En ese momento, del antiguo molino abandondado tras la tienda de Antonia, oí el llanto desgarrado de un niño que me heló la sangre. Tenía que ser precisamente de esa casa, donde se había ahorcado unos años antes Adolfo, donde algunos insensatos habían hecho más de una ouija, donde se decía que había espíritus. Ni por asomo hice el intento de acercarme, no sé si por el miedo, el terror o lo que me embargaba, mis pies empezaron a moverse con una velocidad endiablada, mi corazón latía a mil por hora, temblaba, lo que sé es que atravesé los cientos de metros que me separaban de la panadería en muy pocos segundos. Hasta que no toqué en la puerta y me abrieron no respiré.
Han pasado más de veinte años, pero la piel se me pone de gallina sólo de recordarlo.
Muchos han sido los que lo oyeron ruidos extraños en los meses posteriores.
La casa sigue allí de pie, como si nadie se atreviese a comprar un terreno maldito, sus moradores me imagino que la cuidarán bien.

jueves, 3 de marzo de 2011

Don Quijote, la última gran aventura ".

Quiso la dicha que los caminos nos trajeran hasta este lugar en busca de lo que mi señor llamó " la última gran aventura ". Así comienza mi próximo libro, que espero vea la luz en breve.

martes, 1 de marzo de 2011

Gadafi y la verguenza de ser europeo

Durante veinte años le hemos reído las gracias al dictadorzuelo, recibiendo caballitos de regalo, dejándole acampar con sus jaimas en los jardines de palacio, perdonándole sus excesos terroristas y todo por el oro negro.

¿ Y ahora qué ?.

Cuando el pueblo se ha cansado de la miseria, cuando reclama libertades, adaptarse a los nuevos tiempos, cambiar el siglo XIX por el XXI, el responde a cañonazos, con bombardeos indiscriminados, con el morir matando.

Mientras tanto, ¿ Qué hace Europa ?, pues lo de siempre, discutir durante más de dos semanas qué palabras decir, un comunicado común sin palabras altisonantes por si alguien se enfada.

¿ Y España ?. Nuestros dirigentes a lo suyo, con cortinas de humo que disfracen las realidades.

Definitivamente en nuestros países, en el primer mundo, debería haber una revolución de las clases más desfavorecidas que desbancasen a la oligarquía económica que nos gobierna tan mal y a las espaldas de la realidad.